Thierry (Tití) es un monitor de la escuela francesa de esquí de Saint Lary, coincidimos con él a partir del segundo día de nuestra estancia en Pirineos, aparte de otros, había dos temas que siempre tratábamos en nuestra conversación, el estado de la nieve y el tiempo para el próximo día, preferíamos preguntar a una persona de montaña de la zona, que lleva muchos años contemplando estos cielos, a ver unas estrellitas de nieve pegadas en el impersonal mapa de la meteo junto a unos parcos comentarios. Aunque al final ya dudábamos de Tití, pues a partir del martes teníamos siempre la misma previsión, en su algo precario castellano nos decía. “Hoy bueno, pero mañana un metro de nieve” y “la nieve aquí mala id al otro valle que hay nieve bonita”,…me hacía sonreír cada vez que decía lo de la nieve bonita.
Probamos la nieve en el primer valle (Pla D’Adet) y efectivamente estaba helada, y encima se había levantado una mareante niebla, decidimos cambiar de valle fuimos a "Le Vallon", donde encontramos la nieve bonita que Tití nos había dicho libre de nieblas.
Amaneció el miércoles y ni una nube, al ver a Tití se me ocurrió preguntarle por el metro de nieve prometido, su respuesta fue la misma que el día anterior. “Hoy bueno, pero mañana un metro de nieve”, “Id al otro valle que allí hay nieve bonita”.
Volvió a acertar en cuanto al estado de la nieve, seguía “fea” en el primer valle y bonita en el segundo. Que gozada, el único problema que tuvimos fue que por apurar al máximo el tiempo, por poco no llegamos al último telecabina.
Llego el jueves,…y bueno, el metro de nieve se quedó en diez centímetros, eso sí, hacía algo de viento y mucho frío, a pesar de los guantes los hierros de los tele arrastres nos robaban el calor de las manos con rapidez. Esta vez la niebla cubría ambos valles, se notaba que estaba entrando un duro temporal.
Con niebla se pierden las referencias, no ves los bordes de la pista, ni el relieve de la nieve, y por supuesto tampoco donde metes los esquís, todo es blanco, todo excepto la silueta naranja a la que seguíamos, la de Jose, el más avezado de nosotros, abría camino y nos esperaba en los sitios estratégicos.
La jornada de esquí preferí darla por terminada pasada las dos de la tarde, tras más de cinco horas de fríos remontes, mareantes bajadas entre nieblas y un par de buenas castañas, en una de ellas amorticé el casco y en la otra, no sé cómo, apareció un esquí encima de mí. Tras esta segunda caída decidí retirarme. Allí deje a mis amigos Jose e Iker, tras decirles que se bajaran cuando quisieran, que yo me iba a la ducha.
El viernes por fin llegó el metro de nieve de Tití, sin dudarlo fuimos a las pistas, no sé si lo hicimos porque teníamos pagado el “forfait”, por el ansía de esquiar, o simplemente porque era nuestro último día de esquí y queríamos aprovecharlo, lo que si sé, es que somos de los que abrimos remontes y cerramos pistas, bueno más mis amigos que yo. Al llegar arriba vimos el espectáculo, nevaba y seguíamos con niebla, esta vez menos densa. Los remontes al “valle de la nieve bonita” (Le Vallon) estaban cerrados por viento y había tal cantidad de nieve en Pla D’Adet, que era como si esquiáramos fuera de pista, ese día dejamos pronto el deporte, aprovechamos para conocer las costumbres de por aquí en uno de los chiringuitos de la estación, nos tomamos el típico vino caliente con canela y creo que con algo de azucar, que Iker nos tenía casi pedidos cuando entramos al bar. Tras los vinos bajamos al valle entre la persistente nevada, y unos extraños y sordos ruidos que alguien dijo que eran avalanchas. Con una cena regada por un vino de Burdeos en un restaurante de la zona terminamos nuestra aventura. O al menos eso nos creíamos, pues en el viaje de regreso la aventura fue aún mayor.
Tardamos un buen tiempo de salir del aparcamiento del hotel, tuvimos que abrir camino al coche a base cadenas, palas y algunos empujones, además, ayudamos a un par de chicas francesas a sacar el suyo, es lo que tiene ser un macho ibérico, tienes que ir demostrándolo allá por donde vayas.
Conseguimos salir del pueblo, según subimos la cuesta al puerto ya tenemos el primer susto, a pesar de llevar cadenas se nos va el coche en una de las curvas, el habilidoso Iker consigue controlar el vehículo sobre el hielo, continuamos camino aún más lentos para evitar más sustos. Pronto nos quedamos parados sin saber por qué, nos bajamos a ver, delante nuestro hay tres o cuatro coches en caravana, acaba de caer una avalancha sobre la carretera, no se puede continuar, pasa una pala quitanieves pero se va de regreso por donde ha venido, pues la altura de nieve sobre la carretera es más alta que la del propio camión.
Mi experiencia en la construcción me hace opinar que tardarán varias horas en quitar la nieve siempre que venga la maquinaria adecuada, allá va una pala cargadora. Tras una breve charla decidimos esperar, pues preferimos esto a comprobar el estado de otras distantes carreteras.
Cerca de tres horas más tarde la pala deja despejada la ruta, nos ponemos nuevamente en marcha, sobrecoge pasar por la zanja que ha abierto la máquina. En nuestra cabeza solo teníamos una idea, la de cruzar el túnel de Bielsa lo antes posible, pues entendemos que en la cara sur de Pirineos el temporal no será tan fuerte. Los coches que nos precedían desaparecieron en uno de los cruces, debían ser franceses que iban a otro destino, nos tocó abrir huella a nosotros.
En un momento todo se volvió blanco, a duras penas se veían las balizas rojiblancas que marcaban la carretera, de repente el coche chocó con nieve recién caída y se detuvo en seco, enseguida entendimos el por qué de la blancura que vimos, era el polvo residual de otro alud. Tardamos un tiempo en desbloquear el coche, lo desenterramos con bastones, raquetas de nieve e incluso con nuestras propias manos, poco después apareció un quitanieves que liberó la carretera, en esta ocasión la avalancha no superó el metro, me vino a la cabeza las conversaciones con Tití, mi imaginación me hizo pensar que era este el metro de nieve al que se refería Tití.
Este post está dedicado a Iker y Jose, sin ellos esta magnífica semana de enero de 2015 no habría sido la misma.
Probamos la nieve en el primer valle (Pla D’Adet) y efectivamente estaba helada, y encima se había levantado una mareante niebla, decidimos cambiar de valle fuimos a "Le Vallon", donde encontramos la nieve bonita que Tití nos había dicho libre de nieblas.
Le Vallon
Pla D’Adet entre nieblas
Llego el jueves,…y bueno, el metro de nieve se quedó en diez centímetros, eso sí, hacía algo de viento y mucho frío, a pesar de los guantes los hierros de los tele arrastres nos robaban el calor de las manos con rapidez. Esta vez la niebla cubría ambos valles, se notaba que estaba entrando un duro temporal.
Antonio y Jose
La jornada de esquí preferí darla por terminada pasada las dos de la tarde, tras más de cinco horas de fríos remontes, mareantes bajadas entre nieblas y un par de buenas castañas, en una de ellas amorticé el casco y en la otra, no sé cómo, apareció un esquí encima de mí. Tras esta segunda caída decidí retirarme. Allí deje a mis amigos Jose e Iker, tras decirles que se bajaran cuando quisieran, que yo me iba a la ducha.
El viernes por fin llegó el metro de nieve de Tití, sin dudarlo fuimos a las pistas, no sé si lo hicimos porque teníamos pagado el “forfait”, por el ansía de esquiar, o simplemente porque era nuestro último día de esquí y queríamos aprovecharlo, lo que si sé, es que somos de los que abrimos remontes y cerramos pistas, bueno más mis amigos que yo. Al llegar arriba vimos el espectáculo, nevaba y seguíamos con niebla, esta vez menos densa. Los remontes al “valle de la nieve bonita” (Le Vallon) estaban cerrados por viento y había tal cantidad de nieve en Pla D’Adet, que era como si esquiáramos fuera de pista, ese día dejamos pronto el deporte, aprovechamos para conocer las costumbres de por aquí en uno de los chiringuitos de la estación, nos tomamos el típico vino caliente con canela y creo que con algo de azucar, que Iker nos tenía casi pedidos cuando entramos al bar. Tras los vinos bajamos al valle entre la persistente nevada, y unos extraños y sordos ruidos que alguien dijo que eran avalanchas. Con una cena regada por un vino de Burdeos en un restaurante de la zona terminamos nuestra aventura. O al menos eso nos creíamos, pues en el viaje de regreso la aventura fue aún mayor.
Iker paleando nieve
Tardamos un buen tiempo de salir del aparcamiento del hotel, tuvimos que abrir camino al coche a base cadenas, palas y algunos empujones, además, ayudamos a un par de chicas francesas a sacar el suyo, es lo que tiene ser un macho ibérico, tienes que ir demostrándolo allá por donde vayas.
Saliendo del pueblo
Primera avalancha
Mi experiencia en la construcción me hace opinar que tardarán varias horas en quitar la nieve siempre que venga la maquinaria adecuada, allá va una pala cargadora. Tras una breve charla decidimos esperar, pues preferimos esto a comprobar el estado de otras distantes carreteras.
Cerca de tres horas más tarde la pala deja despejada la ruta, nos ponemos nuevamente en marcha, sobrecoge pasar por la zanja que ha abierto la máquina. En nuestra cabeza solo teníamos una idea, la de cruzar el túnel de Bielsa lo antes posible, pues entendemos que en la cara sur de Pirineos el temporal no será tan fuerte. Los coches que nos precedían desaparecieron en uno de los cruces, debían ser franceses que iban a otro destino, nos tocó abrir huella a nosotros.
En un momento todo se volvió blanco, a duras penas se veían las balizas rojiblancas que marcaban la carretera, de repente el coche chocó con nieve recién caída y se detuvo en seco, enseguida entendimos el por qué de la blancura que vimos, era el polvo residual de otro alud. Tardamos un tiempo en desbloquear el coche, lo desenterramos con bastones, raquetas de nieve e incluso con nuestras propias manos, poco después apareció un quitanieves que liberó la carretera, en esta ocasión la avalancha no superó el metro, me vino a la cabeza las conversaciones con Tití, mi imaginación me hizo pensar que era este el metro de nieve al que se refería Tití.
Iker y Jose
Este post está dedicado a Iker y Jose, sin ellos esta magnífica semana de enero de 2015 no habría sido la misma.