Cuentan mis mayores que ancestralmente la sabiduría se traspasaba de padres a hijos, de hermano mayor a hermano pequeño, de amigo a amigo. Esta historia que hoy cuento bien podía ser un ejemplo de la manera de enseñar de aquellos tiempos, donde no existía ni libros ni escritura, donde todo se transmitía con el boca a boca.
* * *
El día
era radiante aunque algo frío y ventoso, el guía de la tribu, de pelo blanco y
bondadosas arrugas abría camino, había elegido una roca soleada y protegida del
viento para el traspaso de la sabiduría.
A paso
regular, y tras pasar un frondoso bosque, llegaron al lugar sagrado, era el
sitio ideal para llevar acabo el ritual de hoy.
Se
forma una cordada a la izquierda del ara, cordada formada por una persona más experta
que rezuma sabiduría y un joven y vital novato que pregunta y asimila rápido,
la cordada va lenta pues no se trata de una carrera ni de demostrar nada a
nadie, es sencillamente una trasmisión
de conocimiento a la antigua usanza. Esto se hace así por esto, y esto no se
hace así por aquello. Fácil y casi rutinario para el que lo dice y creo que
también fácil y nuevo para el que lo escucha. Descenso, pie de senda y
gustosamente el sabio de la tribu vuelve a empezar con otro de los jóvenes, se
meten en otra de las sendas verticales a contar la misma enseñanza pero quizás
de manera distinta, pues en su cabeza no hay nada escrito, es todo intuición y
experiencia.
El
diestro del grupo, he podido transmitir algo de su saber a un par de jóvenes
que empiezan, no ha sido mucho, lo suficiente como para que los jóvenes estén
listos para probar sus alas por sí mismos, lo suficiente como para que al hoy
maestro le vengan a la memoria sus inicios, recuerdos de viejos y a veces
improvisados gurús que un día le enseñaron a él todo lo que sabían. Era la
antigua y romántica manera de enseñar las cosas, así sin más, enseñar por
enseñar, sin pedir nada a cambio. Algún día, casi sin darse cuenta, estos
jóvenes se harán maestros y enseñarán su sabiduría, siguiendo así con la ancestral cadena.
Qué hay Antonio!
ResponderEliminarNada mejor que enseñar sin esperar nada a cambio, tan solo la sonrisa del/la alumno/a como premio.
Salu2
Que tal Vlady!
ResponderEliminarBueno si viene una cervecita a cambio no viene mal, jeje.
Saludos