Cuando desde lejos ves Los Brezos solitarios, empiezas a sospechar que te has equivocado y que hoy no es el día de acarrear la cuerda y los otros trastos para ir a trepar, y si ya cuando ves el panorama, no te planteas la retirada, es cuando empiezas a dudar de que tu cabeza no va bien, que aquí arriba en tu sesera sobra o falta algo, pues no hay ni un alma escalando a pesar de ser ya pasadas las diez de la mañana de un domingo, te sigues autoengañando y prefieres ver el sector para nosotros solos, a ver la imprudencia de subir a escalar un día como hoy.
* * *
Llegas a pie de sector y tienes lo evidente, esta vía no que patina, esa tampoco que aquel musgo en mitad de vía chorrea,… Pues aquella de allí rezuma agua, le dices al compañero… ¡Menudo sitio para instalarse un manantial, no!
Para colmo a pie de vía se ha formado un arroyuelo,… Y antes de pensar en la castaña que te puedes dar como pises agua allá arriba, piensas en que no se te moje la cuerda aquí abajo… A ver qué hacemos, para que no se moje la cuerda, decimos casi al unísono,… Pues habrá que meterla en uno de los macutos e ir tirando de ella como hacen “los cavernícolas”, y eso es lo que hacemos, ahí dejo a Miguel enhebrando la cuerda dentro del macuto, mientras oteo el húmedo panorama, lleno de setas y rocío, buscando un no sé qué en el horizonte.
El arroyuelo que se ha formado a pie de vía lo secamos cambiando astutamente la dirección de agua, movemos tres piedras, colocando dos palos y cuatro hojas secas, y para allá que va el barquito de cáscara de nuez a navegar a otros mares,… Para eso trabajo en la construcción digo, o en algo se tiene que notar nuestra ascendencia morisca, comenta Miguel entre sonrisas, viendo que la improvisada acequia funciona.
Después de mucho remirar y de decir… Este musguillo negro no sé si está seco,… ¡Que sí, que lo está! Elegimos un par de vías, estas son: Mostradores López y una Vía Anónima que hay a su lado. Son las únicas que hoy parecen accesibles por aquí.
Estos deben de estar perturbados dirían los que nos vieran entrar en la vía. Para allá íbamos caminando como patos con las punteras de los gatos para arriba con el fin de no mojarlas.
La concentración con la que hacemos la hoy expuesta parte alta del paño es absoluta, no hay sitio en tu cabeza para otra cosa que no sea la de elegir el mejor pie o la mejor mano, tras estas, le damos otra visual a la pared, y después de comprobar que por aquí no queda nada seco, decidimos cambiar de aires… o de aguas, no sé, nos vamos al sector Sopa de Gafas.
La concentración con la que hacemos la hoy expuesta parte alta del paño es absoluta, no hay sitio en tu cabeza para otra cosa que no sea la de elegir el mejor pie o la mejor mano, tras estas, le damos otra visual a la pared, y después de comprobar que por aquí no queda nada seco, decidimos cambiar de aires… o de aguas, no sé, nos vamos al sector Sopa de Gafas.
A
pie de vía tenemos el mismo panorama, pero creo que con más barro, pones la
cuerda con cuidado para que se moje lo menos posible, te calzas los gatos y a
la pared que vas otra vez con pies de pato, al principio estás más pendiente de
no resbalar en los primeros pasos, por aquello de no caer con los gatos sobre
el barro, que de hacer la propia vía. Aquí hacemos la vía del mismo nombre que
el sector… el resto como la sopa, mojadas.
Tras
esta, nos vamos al sector Callejón en busca de presa, cuando estamos eligiendo
vías entre el musgo y las humedades, llega el chaparrón definitivo, ya es
imposible no ver la realidad de la situación, ahora sí que está todo mojado y con
el típico brillo que deja el agua en la roca. Plegamos con el pequeño botín de tres
vías arrancadas a un día imposible, nos hemos ganado con creces el vino y el aperitivo
de hoy.
Las
sospechas de que somos un poco imprudentes y que estamos un poco tocaos’ del
ala, por venir a trepar un día como hoy, se nos quita de repente cuando vemos, detrás,
a nuestra derecha, a una pareja de domingueros con un par de niños de corta
edad, andan subiendo por una placa mojada con respetable patio, están calándose
bajo la lluvia, van sin cuerda y allí están… tan tranquilos.
¡Estos
nos dan la tarde, ya verás! Dice el uno, mientras que el otro, con el corazón
en un puño, da una voz de prudencia.
Menudos
somos dando consejos, ya los podíamos seguir nosotros mismos. Hasta que no
vemos salir a los cuatro de la placa, no nos bajamos tranquilos a Cantocochinos…
Los hay peores nos decimos!