Cuando
voy con Miguel a escalar no solemos acercar mucho el coche a los
sectores, sin ir más lejos hoy lo dejamos en la plaza del pueblo,
esto conlleva una aproximación algo más larga de lo normal pero
también más interesante, aparte de que esto nos sirve también para
calentar.
Según
subimos al sector, por las empinadas callejuelas del pueblo, se nos
ocurre comentar… de donde vendrá el nombre del pueblo, si aquí no
hay ni siquiera un castillo, aunque como es lógico debería haberlo.
¿Dónde andará?
Nuestra
conversación es escuchada por un lugareño de fino oído que anda
trabajando en su huerta azada en mano.
- Buenas, las ruinas del castillo están allá arriba, encima de aquellos lanchares blancos, nos dice señalando con la vista.
- Gracias, igual nos acercamos a ver, le contestamos.
Me
quedé intrigado, pensé que teníamos que haber charlado un poco más
con este buen hombre. La falta de esa conversación y quizás también
la cuesta, dio paso a un bullir de imaginación en mi cabeza, empecé
colocando el castillo encima de los lanchares blancos y acabé
imaginando fantásticas aventuras de castillos, dragones y doncellas…
pero mejor bajo de las nubes, y cuento lo que averigüé del asunto
cuando llegué a Madrid.
En
cuanto al castillo, cuentan que por aquí hay asentamientos, con sus
respectivos muros, desde el neolítico. Las tribus y civilizaciones,
que a través de la historia pasaron por estas tierras, lo fueron ampliando,
reformando o destruyendo según necesidades de asalto y conveniencias
de protección.
Siguiendo
con la búsqueda me enteré también de que el nombre del pueblo
viene de la época de la dominación árabe. Cuando llegaron los
árabes se quedaron tan fascinados por la riqueza y fertilidad de
este valle que lo llamaron El
Valle de Alá.
Me imagino que poco a poco el nombre lo debieron ir modificando los
del “otro bando”, hasta quedarse en Bayuela,
que debía ser como sonaba al recio oído castellano.
Con
esto el Valle de Alá, junto con su castillo, pasó a llamarse
Castillo de Bayuela. ¡Curioso verdad!
En
el siglo XX, ya con el castillo en ruinas, sus asaltantes cambiaron
escalas por cuerdas y mosquetones, armaduras y cotas de mallas por
arneses, y lanzas y espadas de hierro por dedos de acero. Las
inexpugnables paredes, que en su día sirvieron de defensa, eran
asaltadas por jóvenes guerreros y recias doncellas. Una de esas
doncellas quedó inmortalizada en una conocida revista deportiva de
la época. Habían abierto una dura vía en un sector conocido como
la Trompa, y la encantadora lozana había conseguido repetirla.
Aquellas imágenes quedaron grabadas en la mente de un joven; con el
paso del tiempo su cerebro se encargó de ir mutando esas imágenes
en sueños.
A pesar de haber hecho ya miles de vías, muchas incluso superior en grado, aquel joven, no ha podido conseguir hasta hoy, pleno siglo XXI, realizar aquel sueño, subir por uno de los inexpugnables
caminos de asalto de siglos pasados, que me sospecho que ni vettones,
ni musulmanes, ni cristianos vigilaban, pues suponían que subir por
allí era imposible.
Miguel en Mutando en moto, 6c+
Miguel en Mutando en moto, 6c+
Frente a la vía
El
resto de la actividad que hicimos el pasado sábado 22 de junio de
2013 (siglo XXI) :), aunque no tienen tanta historia, es digno de
mención, siete vías de hasta 6b.
Hoy, esta actividad, queda
ensombrecida por la alegría de un rostro y el brillo de la felicidad
en unos ojos, al haberse hecho realidad un sueño.
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